martes, 19 de mayo de 2015

MI PUEBLO DE ACOGIDA


Después de tantos días sin decir nada, hoy vuelvo a publicar otra entrada del primer blog. Tenia que traerla aquí, porque este pequeño pueblo merece todo mi cariño. Aunque no sea el pueblo donde nací, junto a él, he pasado toda mi vida.

Gracias a todos por pasar. Besos y abrazos.

             



La llegada a Madrid cuando la vida obligaba a emigrar no era fácil para nadie, aun más, cuando nunca antes has salido del pueblo.

Durante algún tiempo pude volver a Conquista, un día o dos al año, siempre para el día de Todos los Santos, era día señalado y obligado acudir al cementerio. Hasta que un día pensé que ya poco me ataba al pueblo y los viajes a él, se fueron distanciando cada vez más.

En la Capital llegue a echar de menos muchas cosas, pero sobretodo el contacto con la naturaleza, la paz y tranquilidad que se respira en el campo, al que tan acostumbrada estaba. Por todo esto, y también porque conocía mucho Cuenca, un día me encontré en Villar de Cañas, un pueblo de la mancha conquense.

Este pueblo con su gente sencilla, sus campos, que en nada se parecían a los que yo conocía, pero con el mismo sol y las mismas estrellas de noche. ¡Las mismas, que de pequeña había mirado tantas veces, las había vuelto a descubrir en esta tierra! Porque en Madrid, no se veía el cielo como se veía en el campo, tampoco se escuchaban las ranas, ni los grillos, ni te despertaba el canto del gallo al amanecer.
El reencuentro con estas pequeñas cosas, fue la consecuencia de que lleve 35 años, disfrutando de Casalonga, una urbanización joven, pero extensa en terreno que empezaba en los años 70. Aquí, junto con mi familia tengo los mejores recuerdos de mis años jóvenes, la mitad de mi vida la he pasado aquí (mis hijos aunque nacidos en Madrid, le llaman su pueblo)

De este pequeño pueblo habría mucho que contar sobre sus costumbres y fiestas, porque Villar de Cañas como todo pueblo tambien tiene su historia. Sus orígenes datan de 1480, tenía una gran posada medieval y una especie de venta donde descansaban los transeúntes y arrieros, existiendo cuadras para sus animales y contando con un gran pozo (existente aun en la plaza) a cuyo alrededor brotaban grandes cantidades de cañas dulces, siendo así conocida como la Villa de las Cañas.

El municipio se encuentra a unos 8 kilómetros de la autovía Madrid -Valencia, a camino entre la Serranía y la Mancha. El río Záncara afluente del Guadiana atraviesa su término municipal.

Aparte de una ermita del siglo XVII donde se venera la Virgen de la Cabeza, el monumento principal es la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, sobria construcción de inspiración renacentista,

La Iglesia tiene un Órgano de estilo neoclásico, fue construido hacia 1760 por Julián de la Orden maestro organero conquense que posteriormente construyó también los dos órganos que hay en la Catedral de Cuenca.


Rafaela.

domingo, 3 de mayo de 2015

TERESA Y LA CRUZ DE MAYO



No fue mi madre, pero fue la madre de cuatro hermanos estupendos a los que hoy quiero dedicarles esta entrada con mucho cariño. 
Aunque la publique hace unos años, la traigo de nuevo hoy día de la cruz de mayo.

Besos y abrazos para todos los que pasais por aquí. 

                                     

En el mes de Mayo el mes de las cruces, no puedo dejar de recordar a Tere. Una persona que vivía este mes con autentica pasión. Desde el día tres que era el cumpleaños de mi padre, ya tenía la Cruz puesta. Quizás ella no sabía exactamente el origen de esta celebración, pero si la seguía con la tradición de nuestro pueblo.

Allí en La Garganta era costumbre de poner una Cruz o altar en muchas casas. Engalanada con la mejor colcha o tapete que se tuviera, adornada la base con romero y flores, muchos floreros y estampas de la virgen, grandes macetas alrededor en el suelo, la pequeña cruz presidia un lugar privilegiado en la casa.

El venir a Madrid a Tere no le hizo cambiar sus costumbres. Aunque las casas eran más pequeñas que en el pueblo, ella se las ingeniaba para buscar un rinconcito y poner su Cruz todos los años, y durante todo el mes no le faltaban las flores. Esto y otras muchas cosas me contaba ella, que le hacían estar un poco mas cerca del pueblo. Yo no podía entender como siendo las dos de la misma edad a ella no se le olvidaban las fiestas y costumbres de su tierra. Cosas que a mi me costaba recordar o no las tenia en cuenta.

Hasta los doce años Tere y yo, fuimos compañeras en la escuela, hicimos la comunión el mismo día, amigas podemos decir, teníamos la misma edad y nuestros padres también se conocían como era normal en un pueblo pequeño.

Nadie podía pensar que pasados unos años -al faltar mi madre- ella seria la madre de mis cuatro hermanos pequeños. De los que me siento orgullosa al sentir como me quieren, como también yo los quiero a ellos.

Siempre la llame Tere y ella a mi Rafi, igual que lo hacíamos desde pequeñas. Así fue como vivimos en nuestra juventud, las dos teniendo niños casi al mismo tiempo. Los suyos eran hermanos míos y tíos de mis hijos, de echo hay algún tío mas joven que el sobrino. Sonaba un poco raro que mis hijos la llamaran abuela siendo tan joven, pero ella así lo quería y así lo vivía, decía que no le importaba, ya que eligió a mi padre con todas las consecuencias aunque la diferencia de edad era de veintidós años se adaptaron el uno al otro y fueron muy felices.

Tere murió muy joven hace once años, solo tenía cincuenta y uno. Se fue en los mejores años de su vida. Conoció su primer nieto, pero se perdió a otros cuatro que vinieron después.
La vida tiene injusticias. Mi padre que pensó siempre que por lógica faltaría antes que su mujer, la vida le jugo otra mala pasada y tubo que vivir su perdida, que solo supero a duras penas cuatro años mas.

Los recuerdo a los dos con mucho cariño. A mi padre por ser él, a Tere como su mujer durante treinta y tantos años, con todos los momentos buenos vividos y otros también de duras enfermedades. Tere siempre estuvo ahí.
Así fue la convivencia en familia. 


Rafaela.

viernes, 1 de mayo de 2015

EL NOGAL



Que habrá sido de aquel misterioso y viejo nogal. Tan grande como frondoso, tupido de ramosas y verdes  hojas, donde buscaban refugio las pequeñas avecillas ocultándose del aguilucho. Bajo su inmensa sombra sesteaba el hortelano después de la dura faena, resguardándose en las horas más calurosas del día. Algunas de sus robustas raíces se bañaban en el pequeño arroyo que pasaba junto a él. El agua corría clara y cantarina bajo el pequeño puentecillo hecho de un enorme tronco de árbol viejo, por donde cruzaban los niños el arroyo para llegar a la escuela. El nogal se cubría del  fruto verde, y era llegado septiembre, cuando los chiquillos emprendían la batalla de piedras para conseguir las nueces que se resistían a caer al suelo.

 No resultaba nada fácil, ya solo quedaban unas cuantas en lo más alto del árbol, pero uno de los chavales, era tozudo y no desistía de hacerlas caer aunque le costaba esfuerzo, recargaba una y otra vez su famoso tirachinas, hecho con un palo en forma de Y u horquilla y unas tiras de goma de recamara de bicicleta. Solo era cuestión de paciencia, mucha paciencia hasta conseguir que cayeran las nueces. Después había que partir las dos o tres que caían y repartir entre los niños que esperaban ilusionados como si fuera maná del cielo, y aquel muchachote, quedaba como un gran triunfador ante los demás al haberlo conseguido. 

   Rafaela