viernes, 22 de noviembre de 2013

ESOS OJITOS NEGROS.



Cuantos recuerdos con el Duo Dinamico y Esos ojitos negros.

Con ellos hemos cantado, bailado, soñado y hasta nos hemos enamorado.  

De los dos, cual era el que os gustaba más? A mi me gustaba Ramón.

Para todos, gracias por seguirme. Besos y abrazos blogueros. 





              Rafaela

             
    
     

miércoles, 13 de noviembre de 2013

VIAJES CON MI MADRE



Esta es una entrada que tengo en el primer blog. Hoy me acordé de ella y la paso a este nuevo.

Aprovecho para mandaros a todos, besos y abrazos blogeros.
  
      
     



Pocos recuerdos tengo de mi madre, pero los pocos que tengo los guardo como si no hubiera pasado el tiempo.
Parece que fue ayer cuando ella me contaba que vine al mundo en Aldea de Cuenca(Córdoba)

 
Aldea de Cuenca era el pueblo donde mi madre nació.
Viviendo ellos en La Garganta, me contaba que se fue unos días con sus padres, Rafael y Antonia para que yo naciera allí. Pero cosas de aquellos años, hasta pasados dos días no me registraron en Conquista, y así consta en mi carné de identidad, ósea que figuran en realidad dos días menos y tampoco es real el pueblo donde nací. ¡Menos mal que no me cambiaron de provincia! Al menos los dos pueblos son de la provincia de Córdoba.

Después de aquel primer viaje de vuelta en mis primeros días de vida, hice algunos mas con mi madre a Aldea de Cuenca siempre que había que visitar a los abuelos.

 
El recorrido desde el punto de vista de hoy no era de muchos kilómetros, pero se tardaba día y medio en llegar. El viaje se hacia en aquellos trenes antiguos con los vagones y asientos de madera.
Montábamos en La Garganta, siguiente pueblo Conquista. El tren hacia su recorrido por el hermoso Valle de los Pedroches pasando por 10 estaciones más, hasta llegar a la gran estación de Peñarroya. A este pueblo siempre se llegaba de noche, tenia cantidad de vías por las que había que cruzar saltando entre el ruidoso trajín de la maquinas haciendo sus maniobras. No muy lejos de la estación dormíamos en una pensión, para continuar al día siguiente y pasando por otras tres o cuatro estaciones llegábamos a La Coronada, de este pueblo salía un autobús o viajera que nos llevaba a Granja de Torrehermosa y luego andando unos tres kilómetros hasta la Aldea.

No puedo recordar cuantas veces hicimos aquel viaje ella y yo. Si recuerdo con toda claridad como era el traqueteo del tren y el silbido de la maquina de vapor cuando iba llegando a las estaciones. Casi todas construidas en dos alturas, en la parte de abajo estaba la sala de espera y arriba la vivienda, algunas tenían macetas en las ventanas, o rosales en la puerta, en otras había una hilera de eucaliptos que se podían divisar desde lo lejos con un reloj grande colgado en la fachada y el jefe de estación recibiendo al tren con su banderín, para luego pasado un tiempo dar la salida haciendo sonar su silbato.

 
A mis pocos años ya sabía apreciar la belleza del paisaje según avanzaba el tren pasando encinares y suaves colinas, viendo las piaras de cerdos ibéricos por la dehesa corriendo asustados cuando la locomotora sonaba su portentoso silbato, que seguro seria intencionado por el maquinista para provocar tal alarma a los pobres cerdos. Recuerdo la forma de entretenerme intentando contar las encinas que se iban quedando atrás.
Los asientos de madera de aquellos trenes, oía decir que eran incómodos, pero de pequeña para nada notas esa incomodidad, solo se que me dormía encogida en el asiento y la cabeza encima de mi madre o en sus brazos cuando no había sitio libre.

 

En el tren se llevaba aquella cesta de mimbre con asa en el centro y dos tapas a ambos lados, con la tortilla, las morcillas, el queso y el pan para comer durante todo el viaje. (Y siempre algo para llevar a los abuelos) Era muy curioso como hacían amistad los viajeros charlando, y como a la hora de comer se ofrecían unos a otros de lo que llevaban, otras veces se prestaban la navaja, como fue el caso de mi madre una vez que se le olvidó. En aquel mismo viaje por la noche en la pensión que teníamos que dormir, mi madre pronto le buscó solución para partir una pequeña sandia con un golpe en el lavabo, asunto arreglado. Nada de quedarse sin comer sandia por no tener navaja.


De aquella pequeña Aldea no recuerdo mucho, solo la casa de los abuelos, tenía un comedor grande con habitaciones a los lados y al fondo la puerta que daba al patio, en el comedor a la derecha un fogón o chimenea, como si fuera un horno pequeño, que solo se le ponía paja prensada, para cocinar no estaba mal pero a la hora de calentar dejaba mucho que desear. Mi madre acostumbrada a las buenas lumbres de San Serafín, la oía quejarse de pasar frió en los días que estábamos allí si alguna vez fuimos en invierno.


     Rafaela.

viernes, 8 de noviembre de 2013

INTENTANDO HAIKUS



Vuelvo a intentarlo.

Para aprender hay que intentarlo, probar y equivocarse si es preciso una y mil veces.





Besos y Abrazos blogueros.
               

Al caer la tarde

 Anaranjados y ocres

  huele a otoño
 

Noche oscura

parecen luciérnagas

brilla la ciudad








domingo, 3 de noviembre de 2013

MARIQUILLA BONITA













 Esta entrada es para los que nos emocionamos recordando cosas sencillas. 

Imagen de la red



Esta canción me trae recuerdos de mi niñez, aquellos años 50-60, cuando se escuchaban los discos dedicados en la radio. Era muy emocionante escuchar los nombres de las personas a las que iba dedicada la canción, por más que se agudizaba el oído nunca decían nuestro nombre, ni ninguno conocido. Estar escuchando dedicatorias durante más de diez minutos se podía hacer pesado pero al final estaba la canción esperada, que era lo importante.
Recuerdo aquellas tardes en familia cosiendo y escuchando canciones que un dia tras otro siempre eran las mismas. Claro que era la única manera de escuchar algo de música, al oírlas tantas veces llegábamos a cantarlas durante horas imitando a los artistas sintiéndonos felices lanzando nuestros gorjeos al aire cantando a coro.