El pinito del abuelo Candido era tan pequeño que lo trajo en una maceta.
Con la ilusión de verlo crecer fue plantado en la esquina de la casa.
Y creció, y creció y vio pasar las distintas navidades, y un día echó en falta la mirada del abuelo.
Pasaban los años y el pino se adornaba cada navidad para recordarle.
Este año ya son dos más los que no están entre nosotros Jesús, y Clemen la mujer de Candido.
El abeto seguirá creciendo y nosotros faltaremos también alguna Navidad.
Nos queda el consuelo de ser recordados por los que nos preceden,
que seguirán adornando el pino con el mismo cariño
que recordamos a los que ya nos dejaron.
Para todos vosotros que pasais por aquí
os deso una muy Feliz Navidad.
Rafaela.