jueves, 24 de marzo de 2016

CUENCA ENCANTA

 Los primeros vestigios humanos en la provincia de Cuenca  se remontan al Paleolítico Superior entorno al 90.000 a. C. En la conquista de los musulmanes se construye la fortaleza Qunka,  aprovechando su situación estratégica  como emplazamiento defensivo de la Serranía. Esto y mucho más se puede encontrar buscando en su historia.
Imagen tomada de Internet.
Lo mismo en la ciudad, como en su Serranía. ¡Cuenca encanta!

 Hablo de una ciudad de época medieval de un atractivo especial para todo el que la visita, por mucho que se quiera contar de ella lo mejor de cuenca nunca se podrá describir con palabras, porque Cuenca hay que descubrirla por uno mismo, hay que pasearla y admirarla en toda su extensión. Es una ciudad de continuos contrastes, desde  pasear por sus callejuelas y rincones donde encontraremos un gran patrimonio religioso que nos llevara continuamente a lo misterioso de su pasado, o al mismo tiempo poder admirar la naturaleza de un entorno inigualable como si se tratase de una autentica postal.

 Por algo fue nombrada Patrimonio Mundial por la UNESCO en el año 1996.

 Su casco antiguo se encuentra en una orografía montañosa abrazada por dos ríos el Jucar y su afluente el Huecar. El barrio de San Martin esta situado en la Hoz del Huecar, unido por el puente colgante de San Pablo con el Parador de Turismo, antiguo convento llamado también de San Pablo, desde el cual tendremos una espectacular panorámica de las casas colgadas que se muestran airosas de mantener su gran porte sobre el margen rocoso de la misma Hoz sin vértigo de asomarse al precipicio sobre el que fueron construidas hace cientos de años. Las dos casas más antiguas datan del siglo XIV, en  su interior se encuentran, el Museo de Arte Abstracto y el famoso restaurante que lleva su nombre, El Mesón Casas Colgadas, donde podemos degustar la comida tradicional de la zona y a la vez disfrutar de las maravillosas vistas que nos ofrece la Hoz de Huecar. 

 Un paseo bordeando el parque del Huecar para poder apreciar los restos de la antigua muralla, ésta, junto con sus casas construidas en la zona rocosa de las hoces, hacían de la ciudad una fortaleza inaccesible. En aquellos tiempos tenia seis puertas y tres portillos que la comunicaban con el exterior, en la noche eran cerradas a cal y canto para protegerse de posibles ataques. 


 En la noche, el mirador de La Torre Mangana en la zona del casco antiguo  nos hará disfrutar de una de las vistas más impresionantes de la ciudad de Cuenca, que dejándose llevar por la panorámica  iluminada y su magia nos ofrece una imagen pintoresca llena de encanto y brujería.

Algo de lo que Cuenca se siente orgullosa es de ser conocida como una ciudad muy religiosa, por lo tanto nos encontramos con cantidad de  iglesias y conventos cargados de historia. Hoy en día convertidos muchos de ellos en magníficos hoteles.  
También puede  presumir de su Semana Santa declarada de Interés Turístico Internacional, sus numerosas procesiones son todas dignas de ver. Junto con el festival de la Semana de Música Religiosa se convierte en un gran atractivo para el turismo religioso.


 En la madrugada del Viernes Santo podemos ver una de las procesiones más emblemáticas de la Semana Santa conquense llamada de Las Turbas que sale de la Iglesia del Salvador. A esta procesión acuden miles de nazarenos de las distintas hermandades para acompañar con un gran estruendo de tambores y clarines desafinados, escenificando las burlas que sufrió Jesús camino del Calvario.

Otra procesión que llama la atención es la del Santo Entierro en la noche del Viernes Santo, destacando en todo su recorrido por su silencio. Sale de la Catedral cruzando la Plaza Mayor y baja serpenteando por calles todas ellas inclinadas, que vista desde la parte baja de la ciudad, le da en la noche una imagen típica del Medievo de un atractivo inigualable.

Lo mismo durante el día como en la noche Cuenca es mágica y misteriosa.

¡Además si puedes, quédate unos días! Saldrás impresionado de esta ciudad y repleto de sensaciones vividas.

Rafaela.



miércoles, 16 de marzo de 2016

UNA SEMANA SANTA



Todos sabemos de la Semana Santa de Cuenca y la expectación  que ha producido siempre, caso muy distinto  para los pueblos pequeños que muchos de ellos no tenian cura, y más, si estos estaban a gran distancia de la capital y de difícil acceso por su ubicación entre montes y pinares.


Seria  por en el año 77 más o menos. Era Semana Santa y a Don Dimas le destinaban para hacer los oficios a un pueblecito perdido en plena serranía  de Cuenca. Complicada tarea llevaba por delante este buen hombre, este pueblo llevaba años sin cura por lo que había perdido sus costumbres religiosas. A los vecinos que quedaban  se les habían olvidado, y a los paisanos  que volvían al pueblo en esos días no querían saber nada de la Iglesia ni de Santos, lo mejor era pasar el rato con los amigos y conocidos  en los dos únicos bares que quedaban en el pueblo.


Como otros años Don Dimas no estaría solo, le acompañaban cuatro matrimonios amigos, que junto con sus niños llegaron la tarde de aquel jueves Santo, con la ilusión de pasar unos días en un lugar tranquilo y acogedor en aquel pueblo perdido pero tranquilo, según parecía a primera vista.


A La mañana siguiente, Viernes Santo,  el Cura y los seis amigos seguidos de los ocho churumbeles  recorrían las calles participando en el Vía Crucis. Nadie más se acercaba a la procesión, nadie  salía de sus casas, solo le seguían con las miradas escondidas  a través de las ventanas y algunos hombres se asomaban a la puerta del bar extrañados de aquellos intrusos que venían a cambiarles su rutina. 


Llegada la tarde del viernes, era el momento de sacar en procesión La Cruz desnuda  y la Virgen de la Soledad, pero nadie acudía a portar el palio. Los forasteros se disponían de nuevo a iniciar la salida de la Virgen, cuando en aquel momento se oyó la voz de algunas mujeres  gritando y sacando a sus hombres del  bar. ¡No puede ser que os de todo  igual! ¡No podéis quedar indiferentes y que no os importe que vengan cuatro hombres de fuera a sacar vuestras imágenes en procesión como si aquí no hubiese hombres! Tocados en su amor propio los hombres corrieron  a la Iglesia para portar las andas de su Virgen y hacer el recorrido por las calles  del pueblo.  


 Así fue como aquellos vecinos terminaron todos  emocionados en una procesión de Semana Santa como las de antaño, y Don Dimas terminó satisfecho con la misión cumplida.


Rafaela




sábado, 5 de marzo de 2016

EL CUARTO DE BORDADO



   



 Había que recorrer un largo pasillo por toda la casa hasta llegar a aquel cuarto. Una pequeña pero acogedora estancia  hacia de cuarto de bordado. Por la ventana se podía ver la parra con grandes racimos de uvas que cubría todo el patio, las macetas de hermosos helechos verdeaban entre las blancas margaritas y claveles, también los geranios y gitanillas colgando de las paredes blancas, daban ese ambiente de frescor y calma durante las horas de trabajo en los días calurosos de verano. Al fondo estaba la cocina, y de ella entraba y salía una encantadora y fuerte mujer. Era Catalina dueña de la casa y madre de la joven. La muchacha se casaba y había que terminar el ajuar a tiempo para ese día. 

En los días previos al evento  se hacia una exposición para enseñar todo el ajuar a las amigas y familiares, por ese motivo eran varias las muchachas  que allí se reunían  mañana y tarde junto a la joven casadera, dicando su tiempo y mimo a realizar aquellas labores.

De aquel cuarto salieron labores primorosas, una autentica artesanía del bordado a mano, juegos de sabanas, preciosas mantelerías a punto Yugoeslavo,  toallas y peinadores con iníciales, paños de cocina. Toda la ropa del futuro hogar era elaboraba con gran esmero. 

Y no solo eran bordados lo que de allí salía, también agradecidas jovenes que convivían y pasaban las horas elaborando aquellas maravillas y charlando de sus cosas, nunca olvidaran aquellos dias Era una manera de enseñar gratuitamente solo por la ayuda que se aportaba  en aquella gran tarea de preparar el ajuar de boda.
   

Rafaela.