No se
puede grabar la sensación que dejan los olores, pero si es fácil relacionar
los olores con recuerdos de la infancia. .
El olor a
cilantro me trae a la memoria la voz de la abuela Josefa, pidiéndole a alguno de
los de la casa, que al pasar por el huerto no olvidase de su ramito de cilantro, o
culantro, como ella le llamaba.
Solo oler
el pimentón de La Vera y el ajo, para que vuelvan a mi memoria los días de
matanza. Cuando la mañana empezaba oliendo a piel chamuscada, y por la tarde la
casa se impregnaba con aquel delicioso olor a chorizo y morcilla de lustre,
colgada en la chimenea. Olor que perduraba durante varios días en el ambiente
de todo el cortijo.
Oler a
pan tostado, es soñar con las migas de aquellas mañanas en los días de invierno
y es recordar el rico y agradable olor a ajos y pimientos secos fritos, junto a
los torreznillos.
Cierro
los ojos y veo aquella chimenea con la
candela siempre chispeante, y el olor de aquel puchero en la lumbre con los vapores del rico cocido.
También la canela y la vainilla me recuerdan,
las ricas natillas caseras, el arroz con leche y los helados en los días de
feria.
Como no
recordar el olor ácido de la mata de garbanzos. Las plantas de tomates en el
huerto con su característico olor que anunciaba el sabor del tomate ya maduro
Melocotones
rosados recién cogidos del árbol. Tardes en la huerta con los pies en el agua, saboreando el delicioso melocotón
lavado en el chorro de agua que salía de
la alberca.
Alguna tarde de tormenta en verano, me trae a
la memoria el olor a tierra mojada en aquellos campos de La Raña y la paja y mies en la era.
El delicioso olor de la gliscila, la celinda, albaca,
los claveles y geranios, los asocio con tardes de verano a la sombra del cortijo, y el
agradable soniquete de los bolillos, movidos por las ágiles manos de mis tías. Realizando así, la maravilla del
encaje de bolillos.
Rafaela.