domingo, 21 de mayo de 2017

OLORES Y RECUERDOS




No se puede grabar la sensación que dejan los olores, pero si es fácil relacionar los olores con recuerdos de la infancia.  . 
El olor a cilantro me trae a la memoria la voz de la abuela Josefa, pidiéndole a alguno de los de la casa, que al pasar por el huerto no olvidase de su ramito de cilantro, o culantro, como ella le llamaba.
Solo oler el pimentón de La Vera y el ajo, para que vuelvan a mi memoria los días de matanza. Cuando la mañana empezaba oliendo a piel chamuscada, y por la tarde la casa se impregnaba con aquel delicioso olor a chorizo y morcilla de lustre, colgada en la chimenea. Olor que perduraba durante varios días en el ambiente de todo el cortijo.

Oler a pan tostado, es soñar con las migas de aquellas mañanas en los días de invierno y es recordar el rico y agradable olor a ajos y pimientos secos fritos, junto a los torreznillos.

Cierro los ojos y veo aquella chimenea con la  candela siempre chispeante, y el olor de aquel puchero en  la lumbre con los vapores del rico cocido.  
 También la canela y la vainilla me recuerdan, las ricas natillas caseras, el arroz con leche y los helados en los días de feria.

Como no recordar el olor ácido de la mata de garbanzos. Las plantas de tomates en el huerto con su característico olor que anunciaba el sabor del tomate ya maduro

Melocotones rosados recién cogidos del árbol. Tardes en la huerta con los pies  en el agua, saboreando el delicioso melocotón  lavado en el chorro de agua que salía de la alberca.
 Alguna tarde de tormenta en verano, me trae a la memoria el olor a tierra mojada en aquellos campos de La Raña y la paja y mies en la era.

 El delicioso olor de la gliscila, la celinda, albaca, los claveles y geranios, los asocio con  tardes de verano a la sombra del cortijo, y el agradable soniquete  de los bolillos, movidos por las ágiles manos de mis tías. Realizando así, la maravilla del encaje de bolillos.  

Rafaela.  

miércoles, 10 de mayo de 2017

MAS DE CAMPO QUE LAS AMAPOLAS

     

                            


Es más de campo que las amapolas. 
Es un dicho muy común para referirnos a alguien que le gusta el campo. Tanto como para dejar la vida en la gran ciudad, dejando atrás todo lo llamativo del bullicio de sus calles, el lujo de escaparates, teatros cines y restaurantes, para vivir acompañado tan solo por el silencio de la naturaleza, escuchando el canto de pájaros, y observando los misterios que ella encierra y disfrutar del maravilloso cambio de estaciones, comprobando que cada época tiene algo especial que ofrecernos.

Pero si hablamos de la  primavera en nuestra tierra, esta es la más esplendida de todas. Los jardines cambian continuamente de color con las distintas flores de  de temporada. 
Los campos se llenan de vida cubriendo la tierra con sus verdes y frondosos cultivos, resaltando entre ellos grandes extensiones de las vistosas y llamativas amapolas.


 Y así, mirando este campo de amapolas surgió la foto y luego mas tarde esta entrada.

 Y es que... No tengo remedio. Soy más de campo que las amapolas.

Para vosotros amigos todos. Besos y abrazos.





Rafaela.