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Le llamó la atención su hermosa melena blanca y cuidada que caía hacia un lado de la cara y dejaba ver unos ojos oscuros, grandes y chispeantes como nunca había visto. Además ese gran porte y elegancia al andar un tanto señorial le había cautivado.
Así fue como nada más verlo por primera vez le enamoró.
Y sin pensarlo dos veces se lanzó a su conquista.
Aquella atractiva jovencita de pelo negro y bonitas trenzas- Aunque eso sí, algo caprichosa- No pasó desapercibida para aquel gentil jinete. Un hombre maduro que le doblaba la edad. Pero a ella él, le inspiraba confianza y se hacía cómplice en sus travesuras de niña mimada.
Muy pronto empezaron a verse a escondidas de miradas indiscretas. Disfrutaban juntos de aquellos interminables paseos a caballo al caer la tarde.
Siempre igual, ella llegaba algo más tarde a la cita diaria. Él le daba la mano gentilmente y sin mediar palabra alguna, le ayudaba a montar detrás suya, a lomos del equino.
A veces eran paseos relajante y tranquilos otras veces grandes carreras en las que la cola y crines de aquel bonito caballo percherón, ondeaban al viento dejando un halo de belleza jamás observada por la joven muchacha.
Aquellas vivencias de cada día, la hacían terminar la tarde exhausta y satisfecha de haber disfrutado del agradable y rítmico vaivén que le proporcionaban aquellos breves pero intensos encuentros.
Todo parecía ir bien hasta que un día él, llegó andando sin caballo, y ella se dio cuenta de lo que en realidad le había mantenido ilusionada todo este tiempo.
Mi señor a vuelto de su viaje, y ya no podré disponer más de su caballo! He pensado que podemos seguir disfrutando de nuestros paseos caminando junto al río.
Lo siento, pero sin caballo pierden todo interés para mi los paseos en su compañía!.
Rafaela.