Había que recorrer un
largo pasillo por toda la casa hasta llegar a aquel cuarto. Una pequeña
pero acogedora estancia hacia de cuarto
de bordado. Por la ventana se podía ver la parra con grandes racimos de uvas que
cubría todo el patio, las macetas de hermosos helechos verdeaban entre las
blancas margaritas y claveles, también los geranios y gitanillas colgando de
las paredes blancas, daban ese ambiente de frescor y calma durante las horas de
trabajo en los días calurosos de verano. Al fondo estaba la cocina, y de ella entraba
y salía una encantadora y fuerte mujer. Era Catalina dueña de la casa y madre
de la joven. La muchacha se casaba y había que terminar el ajuar a tiempo para
ese día.
En los días previos al evento se hacia una exposición para enseñar todo el ajuar a
las amigas y familiares, por ese motivo eran varias las muchachas que allí se reunían mañana y tarde junto a la joven casadera, dicando
su tiempo y mimo a realizar aquellas labores.
De aquel cuarto salieron labores primorosas, una autentica artesanía
del bordado a mano, juegos de sabanas, preciosas mantelerías a punto
Yugoeslavo, toallas y peinadores con
iníciales, paños de cocina. Toda la ropa del futuro hogar era elaboraba con
gran esmero.
Y no solo eran bordados lo que de allí salía, también agradecidas jovenes que convivían y pasaban las horas elaborando aquellas
maravillas y charlando de sus cosas, nunca olvidaran aquellos dias Era una manera de enseñar gratuitamente solo
por la ayuda que se aportaba en aquella
gran tarea de preparar el ajuar de boda.
Rafaela.
Antes era así. Ahora eso de los ajuares como otras tantas cosas han pasado de moda. Cuanto trabajo y cariño se han dedicado antes a esta labores. Me ha gustado. Bss y buen finde
ResponderEliminarHola Rafaela, aunque estén cercanos eran otros tiempos en el que todo se hacia a mano, ahora eso ya digamos que no se hace, se compra todo hecho y ya esta, lo que si debía ser bonito son esos ratos en los que se juntaban todas en el cuartito y hablaban de sus cosas, que tiempos tan bonitos verdad?.
ResponderEliminarBesos.
Recuerdo cuando se casó mi hermana que se expuso el ajuar y los regalos. ¡Que tiempos! Por cierto si te vas de vacaciones no me llames para que te riegue las plantas jajaja. un abrazuco
ResponderEliminar¡Qué pena!
ResponderEliminarCómo se han ido perdiendo un montón de tradiciones, tan laboriosas y tan vistosas.
Como han dicho anteriormente es cierto que corren otros tiempos y muchas tareas laboriosas han caído en el olvido pero igual de cierto es que no valoramos el trabajo ni el esfuerzo, con dar un botón a una maquinita todo arreglado.
Rafaela, cuánto valor se le daba a las labores a mano, al trabajo bien hecho...Todo era entrañable y compartido. La vida fluía en torno al respeto,a la tradición y al cariño entre unos y otros...Tu nos lo has descrito de maravilla. Ese cuarto de bordado es un tesoro, que quedará en la memoria del tiempo.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo grande, amiga.
M.Jesús
Pasé horas muy agradables preparándome el ajuar aunque lo que más hice fueron mantelerías y alguna colcha de ganchillo, mi madre se ocupó del resto aunque en mi tierra no era costumbre exponerlos. Ahora son otros tiempos y los ajuares son de otra forma.Besicos
ResponderEliminarEs verdad que antiguamente estas labores se venían haciendo ahora sencillamente se hacen más por hobby que por necesidad.
ResponderEliminarBella entrada.
Besos
Yo también hice parte de estas tardes tranquilas y hermosas en la que me juntaba con otras muchachas para bordar, aunque bien jovencita era en aquel tiempo y mas bien recuerdo que lo que bordé fue para mi segunda hermana mayor que yo.
ResponderEliminarBonitos tiempos, un abrazo.
MI mujer también preparó su ajuar durante mucho tiempo. A lo largo de nuestra vida en común, pocas de esas cosas, salvo sábanas y toallas, han sido utilizadas. Un beso
ResponderEliminarQue buenos recuerdos me ha traído tu entrada Rafaela, desde muy joven me enseñaron a bordar a mano y fueron muchas las sábanas y mantelerías que bordé para mis hermanas incluyéndome a mi y para otras chicas casaderas. Los tiempos han cambiado mucho en ese aspecto ahora casi todo se compra confeccionado.
ResponderEliminarUn abrazo.
Qué bonitos recuerdos. Recuerdo cuando mi madre me regalaba toallas o sábanas para mis cumpleaños. Besetes.
ResponderEliminarSiempre me ha gustado lo del bordado pero hoy en dia con el poco tiempo que tenemos para todo es impensable para mi, pero me trae buenos recuerdos.
ResponderEliminarYo creo que empecé una servilleta en la escuela, una que había que rodear de eso que se sacan los hilos antes, hace casi medio siglo, y todavía no la he terminado. Ahora, ganchillo y calceta he hecho un rato largo.
ResponderEliminarMe recuerda a mi mami, ese placer de verla cosiendo no se me olvida.
Un beso y tu cafelito.
El ajuar ... que buenos recuerdos que siempre conservaremos Rafaela. Hoy día a la juventud eso ni le suena ;)
ResponderEliminarUn beso.
Gracias Rafaela.
ResponderEliminarPor estos recuerdos del pasado, pero no todas lo lograban tan armoniosamente, otros lo hacian en solitario, a mano y a máquina.
Y total para qué, aún me quedan juegos de sábanas, tohallas y paños de cocina con el día de la semana bordados.
De ser hoy no habría trabajado tanto.
Lo más bonito de lo que nos cuentas es, que disfrutaban de estar y aprender en compañía.
Gracias de nuevo.
Un abrazo.
Ambar
Qué bonito Rafaela, son unos recuerdos preciosos que me devuelven sabores de otro tiempo que me contaba mi madre. Ella llegó a bordar un capote pequeñito. Un fuerte abrazo, @Pepe_Lasala
ResponderEliminarMe llevaste de la mano a mi infancia con tu relato. Es precioso.
ResponderEliminarUn abrazo.