Todos sabemos de la Semana Santa de Cuenca y la expectación que ha producido siempre, caso muy distinto para los pueblos pequeños que muchos de ellos no tenian cura, y más, si estos estaban a gran distancia de la capital y de difícil
acceso por su ubicación entre montes y pinares.
Seria por en el año
77 más o menos. Era Semana Santa y a Don Dimas le destinaban para hacer los
oficios a un pueblecito perdido en plena serranía de Cuenca. Complicada tarea llevaba por delante
este buen hombre, este pueblo llevaba años sin cura por lo que había perdido sus costumbres religiosas. A los vecinos que
quedaban se les habían olvidado, y a los
paisanos que volvían al pueblo en esos días
no querían saber nada de la Iglesia ni de Santos, lo mejor era pasar el rato
con los amigos y conocidos en los dos
únicos bares que quedaban en el pueblo.
Como otros años Don Dimas no estaría solo, le acompañaban
cuatro matrimonios amigos, que junto con sus niños llegaron la tarde de aquel
jueves Santo, con la ilusión de pasar unos días en un lugar tranquilo y
acogedor en aquel pueblo perdido pero tranquilo, según parecía a primera vista.
A La mañana siguiente, Viernes Santo, el Cura y los seis amigos seguidos de los ocho
churumbeles recorrían las calles participando
en el Vía Crucis. Nadie más se acercaba a la procesión, nadie salía de sus casas, solo le seguían con las
miradas escondidas a través de las ventanas
y algunos hombres se asomaban a la puerta del bar extrañados de aquellos
intrusos que venían a cambiarles su rutina.
Llegada la tarde del viernes, era
el momento de sacar en procesión La Cruz desnuda y la Virgen de la Soledad, pero nadie acudía
a portar el palio. Los forasteros se disponían de nuevo a iniciar la salida de
la Virgen, cuando en aquel momento se oyó la voz de algunas mujeres gritando y sacando a sus hombres del bar. ¡No puede ser que os de todo igual! ¡No podéis quedar indiferentes y que no
os importe que vengan cuatro hombres de fuera a sacar vuestras imágenes en
procesión como si aquí no hubiese hombres! Tocados en su amor propio los
hombres corrieron a la Iglesia para portar
las andas de su Virgen y hacer el recorrido por las calles del pueblo.
Así fue como aquellos vecinos terminaron
todos emocionados en una procesión de
Semana Santa como las de antaño, y Don Dimas terminó satisfecho con la misión
cumplida.
Rafaela
¿Sabes que esta escena casi la he visto yo ya en Conquista?
ResponderEliminar¿Sabes que esta escena casi la he visto yo ya en Conquista?
ResponderEliminarHola Rafaela, esque es lo mas normal la reacción de los habitantes del pueblo, ya que digamos estuvieron olvidados durante muchos años por la Iglesia, pero al menos luego ya volvieron a ser como antes, si no es por las mujeres...:), bonito recuerdo nos dejas.
ResponderEliminarNo se porque tu blog no se ha actualizado en el mio, vine por casualidad y me alegro de encontrarme con este recuerdo tuyo, gracias por compartirlo:)
Besos.
Buenos días Rafaela.
ResponderEliminarLa misión cumplida llena el alma de paz quedando satifecha y el orgullo (Bueno) nos empuja a cumplir nuestra misión en la vida.
La inercia y poco interes por la vida, son malos consejeros.
Un abrazo.
Ambar
Como yo soy como soy, la procesión la hubiera hecho únicamente el cura, con lo felices que estaban los aldeanos...
ResponderEliminarBeso, compi,
Parece real, una historia creíble, los hombres ya se pusieron en marcha, ahoranles toca a ellas vestir la cruz. Un abrazo alegre
ResponderEliminarNo hay nada mejor que despertar las conciencias a tiempo.
ResponderEliminarSeguro que D, Dimas sonreiría satisfecho y habrá dado gracias a Dios por haberlo escuchado.
Cariños.
kasioles
Bueno, hubo un final feliz y la Virgen pudo recorrer su pueblo con orgullo.
ResponderEliminarEs una pena que cosas tan sencillas y que no hacen daño a nadie,se pierdan.
Feliz Semana Santa
Que bonito lograr lo que a todos hace bien.
ResponderEliminarAbrazos feliz día.
Siempre hay una persona que tiene mas valor que los otros y desencadena lo pasivo.
ResponderEliminarBonito relato, un abrazo.
Bravo por esa sensibilidad de las mujeres, que lograron mover a los hombres y participar todos de esa procesión, que es tradición, cultura, historia y fé.
ResponderEliminarMi abrazo y mi cariño por compartir esta historia, Rafaela.
M.Jesús
Don Dimas cumplió su misión.
ResponderEliminarLos hombres dejaron la copa de vino.
La imagen salió de procesión.
Mujeres al poder.
No sabia de la historia pero si sirvió para que todos se implicaran y se cumplirá una misión bienvenida sea.
ResponderEliminarBesos
Yo opino como censurasigloXXI
ResponderEliminarA mi me gusta mucho la Semana Santa, pues la he vivido desde pequeñita y me ha encantado tu relato Rafaela ¡¡todos quedaron contentos!!.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz semana.
Ciertamente las tradiciones son las tradiciones. Y a todos aunque cueste reconocerle les llega, siempre que como bien cuentas llegue alguien de fuera y les quiera dar lecciones. Bss
ResponderEliminarHola hermosa.
ResponderEliminarPaso a saludarte, desearte una buena semana y darte un abrazo.
Ambar