domingo, 27 de octubre de 2013

BAJO LOS CIPRESES



          
Imagen de la red
                    
        Un año tras otro, todo sigue igual bajo la sombra de los cipreses. Ni una pequeña señal, nada que muestre lo que hay después de aquel  lugar tan fúnebre donde seres queridos dejaron junto a ellos un pedacito de corazón. Ese lugar del que ninguno vuelve para contar algo que tranquilice a los que quedaron añorando su ausencia.
Grabado sobre aquella gran losa que luce tan pulida como fría. Un nombre y una fecha recordando que hay gente que les quiere y que su cariño será por siempre.
 Algunas flores y una visita al año es todo lo que necesitaron desde aquel adiós definitivo. Un pequeño acto de amor mientras sigan en su memoria.
Que duro es continuar la vida tan solo con su recuerdo.
 Muy duro tener que acostumbrarse a vivir sin su presencia.
 El tiempo pasa y cura las heridas que fueron dejando todos los que un día se marcharon.  Cicatrices superpuestas van formando un caparazón fuerte y resistente que termina por cubrir la amargura sentida durante la primera fase del duelo.
Luego, el silencio, la paz, la esperanza y el recuerdo acompañaran de por vida.    


             Rafaela.
                

jueves, 24 de octubre de 2013

HAIKUS


Saliendo el sol

¿Que nos depara el día?

Será sorpresa. 


Allá de lejos,

rodeado de trigo

pueblo chiquito.



Entre árboles,

las nubes en el cielo

proyectan formas.



 Llegó el otoño,

solitaria quedaste

en el rastrojo.


Aunque no cumplan la normativa, cuando observo fotos e imágenes no me resisto a inventarme haikus.


Os doy las gracias a todos los que dejáis vuestros comentarios, también para los que pasáis más silenciosos. Para todos abrazos y besos.


Rafaela
 



jueves, 17 de octubre de 2013

LA VIEJA BARCA



    

Vieja y solitaria está la barca

 pasando las horas  ensimismada  en la añoranza de tiempos pasados en que fuera acicalada y mimada por su joven barquero sintiendo orgullo de ver reflejada su juventud sobre las aguas de aquel gran lago en las noches de luna llena.
Si pudiera  contar lo vivido navegando entre nenúfares y aves acuáticas, bordeando canales entre parajes de arrozales, paseando por huertas y naranjales aspirando su intenso aroma de azahar junto a típicas barracas e idílicos paisajes que fueran inspiración de aquellos Grandes Escritores.




Cuantas historias podría contar la vieja barca.

Hablaría de pescadores y su arte con el redolí a la caza de la escurridiza anguila,

compartiendo con ellos jornadas intensas y agotadoras, para después llegada la tarde,
 acunar alguna pareja enamorada durante puestas de sol inigualables, ansiados en la calmada noche para vivir su torrente de amor desenfrenado.

Mas ahora, llegado el triste y frió otoño, solo le quedan recuerdos en la inmensa quietud de su querida Albufera. 

   
    Rafaela.

  




martes, 8 de octubre de 2013

EL CAPOTE DEL PASTOR






 Por el camino el agua hacia grandes regueros deslizándose monte abajo con la alegría de sentirse liberada de la nube que la tuvo agarrada hasta aquel momento.
 ¿Por qué no podría venir su padre a comer a casa ese día? Se preguntaba mientras salteaba los charcos seguida de su perrita Muñeca que la imitaba en todo lo que hacia.  Aunque las botas de agua y el largo capote le resguardarían de pillar una pulmonía, no era un buen día para comer en el campo. No paraba de llover y a nadie se encontraría en el camino, solo la compañía de su perrita la hacia sentirse fuerte. Otras veces sentía miedo, cuando a través de la intensa lluvia, confundía las zarzas del camino y alguna que otra encina con fantasmas que la observaban esperando el momento de poder atraparla y cortarle el paso de un zarpazo, pero mas bien era ella la que podía asustar a quien se cruzara en su camino, parecía un pequeño zombi tambaleándose entre aquel barrizal.

A ambos lados del sendero se veía pasto seco o barbecho, era señal inequívoca de que comenzaba el otoño.
 Al pasar junto a la era, todavía quedaban algunas señales de la actividad del pasado verano, el viejo carro, la maquina de ablentar, el trillo, todo era quietud y silencio, esperando ser guardado hasta la próxima temporada. Una pareja de mulos se resguardaba junto al almiar de paja formado con los restos de  la ya, recolectada cosecha, era la única señal de vida que se encontró en el recorrido. Este lo había hecho en otras muchas ocasiones con días de sol, parándose a recoger  florerillas silvestres, observando el vuelo del águila o cogiendo moras de las zarzas y engarzándolas en un junco para lucirlo como collar, pero nunca lo había hecho sola, siempre tenía a su lado la inseparable compañía de su hermana. ¿Qué le pasaría aquel día que no podía acompañarla? Sin ella, le parecía todo tan triste.

  El agua caía fuerte, formando una gran cortina que le impedía ver con claridad a lo lejos, tan solo podía divisar algo, unos cuantos pasos por delante de ella. 

Imagen de Ketari
Siguió caminando, intentando no perder la vereda, y pronto se encontró bajando una pequeña pendiente y al final de esta, varias encinas y debajo de ellas muchas ovejas todas muy unidas y arremolinadas sin levantar las cabezas rumiando lo comido. Al mismo tiempo oyó el ladrido de los Mastines alertados por aquel pequeño bulto que se movía con dificultad dirigiéndose hacia ellos. En ese instante sintió latir su corazón mas deprisa, y notó que todo a su alrededor se había iluminado ante sus ojos aunque no hubiera  parado de llover, se sentía a  salvo, ya no le importaba el diluvio que estaba cayendo, siguió con paso ligero hasta encontrarse con una pequeña hoguera que chisporroteaba dentro de la choza imprivisada con algunas ramas entre los matojos y cubierta por un gran capote de pastor. Allí dentro se estaba bien, la pequeña sentía toda la protección que necesitaba. Fuera seguía el chapoteo del agua que resbalaba hacia ambos lados del pequeño refugio. Las judías del pucherillo le sabían a gloria junto al calor de su perrita Muñeca y el cariño de su padre. 


     Rafaela