Sus madres lavaban en
el lavadero del pueblo mientras las niñas jugaban sin alejarse mucho de su
lado. Las pequeñas se lo pasaban en grande con el agua y sus juegos, y hacían
del día de colada su día de fiesta correteando entre barreños de ropa y las
faldas de mamás.
Aquel día había venido
una niña desconocida que llamaba la atención entre todas las demás por su pelo
rubio lleno de rizos. Traía en sus manos un pequeño cuento que era una novedad
para todas. Era la primera vez que veían un cuento así. “El oso y la miel”
Además de llevar dibujado un oso que ocupaba toda la portada, llevaba incluida
una pequeña tinajita de barro. Era tan natural como diminuta aquella vasija, que
las niñas la miraban con la emoción que les daba haber descubierto algo tan
novedoso a su corta edad. Se podía desprender de la portada, poner en ella agua
y algo de tierra para imaginar que cocinaban una excelente comida.
Rápidamente se hicieron
amigas de la niña de rizos dorados, y aunque no muy convencida, compartió con
ellas aquel pequeño tesoro que cuidaba con tanto recelo.
Así fue transcurriendo
el día entre risas y juegos hasta que ocurrió lo inevitable. La olla pasaba de
mano en mano y sin saber como, el cacharro cayó al suelo haciéndose pedazos, para
desconsuelo de todas y el llanto
inconsolable de la pobre niña que no paraba de llorar mientras recogía los
trozos de barro rotos.
Rafaela.
Tanto va el cántaro a la fuente... Parece un comentario demasiado fácil, diremos que las niñas han aprendido una leccion, cuidar lo ajeno. Un abrazo
ResponderEliminarCon la ilusión no se dieron cuenta de lo frágil que podía ser.
ResponderEliminarMuy bonito, Rafaela.
Besos 🌸
La ilusión de compartir terminó en lloros.
ResponderEliminarBonito cuento.
Un abrazo.
Son las consecuencia de compartir entre niños!!
ResponderEliminarBesos
Nos dejas una hermosa historia, contada de forma amena, clara y sencilla, Rafaela...La alegría de la infancia es mágica, de vez en cuando se rompe como el cántaro, pero de nuevo vuelve a brillar como el sol.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo por esta joyita que nos dejas.
M.Jesús
Me ha recordado mucho mi cuento de Caperucita sobre el que escribí. También a mí me fastidiaron su "ollita". Lo malo de mi cuento es que me prometieron con mucho convencimiento algo que luego nunca ocurrió. Eso sí está mal.
ResponderEliminarMaluca mi cuento tiene mucho de realidad y algo de invención. Te recuerda al tuyo porque hablo de mismo cuento. El lugar era la estación de La Garganta. Es mas, la niña de rizos rubios eras tú. Aunque la ollita no se rompiera ese mismo día. Una vez te lo quise decir y a ti te parecía imposible que yo me acordara de ese día por lo prematuro de la edad, pero te aseguro que aquel cuento no pasó desapercibido para mí.
EliminarUna pena que no pudieras recuperar tú cacharrito.
Gracias Rafaela por este cuento con moraleja escondida.
ResponderEliminarHay que respetar y cuidar lo ajeno como lo propio.
No ilusionarse demasiado con lo que la vida nos regala, ya que la vida da y quita a la vez.
Todo lo que un tiempo trae, sólo dura eso, un tiempo.
Tu cuento dice mucho, es una buena reflexión.
Ya he dado un repaso y me he maravillado con el encaje de bolillos, es algo que me gustaría haber aprendido.
Desde mi lugar de descanso te visito, leo y agradezco, tu compañía y recuerdo.
Un abrazo.
Ambar
Bonito cuento, es bueno compartir y así hay que enseñar a los niños y si ocurre un accidente de rotura pues tratar de remediarlo entre todos, algo que los iños tienen también que aprender.Besicos
ResponderEliminarEntre cuento y realidad, suele pasar cuando hay emoción y niños de por medio :)
ResponderEliminarUn abrazo bien grande a los dos.
A los niños les cuesta compartir, será porque a veces como en tu cuento las cosas no salen bien. Un abrazo.
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