Tan solo escuchar la canción del Milagro de San Antonio, Y los recuerdos afloran a su niñez con una nitidez que le asombra sobremanera, porque lo que va a contar pasaba cuando ella tendría dos años, o quizás menos. Debía de estar en una habitación acostada y la despertó una música muy bonita y el ruido de mucha gente en algún lugar cercano.
Aunque la música era agradable de escuchar, aquella no era su cama, y por consiguiente tampoco su casa. Sentada en la cama lloraba desconsolada, hasta que alguien pasó a por ella, y cogiéndola en brazos la calmaba y la lleva a otra sala o comedor. Allí ve a su madre con una bonita acordeón entre sus manos que seguía tocando armoniosamente. Y a su alrededor, mucha gente bailando. Serian familiares y amigos que celebraban alguna fiesta. ¿O quizás fuese Nochebuena? A la niña todo el mundo la besaba y la llenaba de mimos, pasando de unos brazos a otros, para ellos seguir bailando al ritmo de la música.
Después de aquella fiesta no recuerda ninguna otra, pero con el tiempo sabe que sus padres tocaban el acordeón. Que su madre era una una verdadera artista con este instrumento armónico y que hacía vibrar a todo el que la escuchaba. Dicen que. “El acordeón no se toca con las manos, se toca con el corazón.” Y ella lo hacia así de bien.
Sabe que fue la madre la que enseñó al cabeza de familia, y que era una manera de ganar unas pesetillas de la época, cuando les llamaban para alguna boda o algo que celebrar.
Seguro que todo esto sería hasta que el padre pudo tener un trabajo más o menos estable, además del impedimento que supondría no poder compatibilizar la tarea de ser madre de tres niños con aquellas fiestas nocturnas.
Aquella acordeón la vio la niña alguna vez en casa, hasta que pasados unos años fue cambiada por una radio que toda la familia disfrutaba escuchando los discos dedicados, y sobretodo los niños de la casa, con la hora de Matilde Perico y Periquin.
También recuerda que sus padres escuchaban con el volumen muy bajito. Radio Andorra o La Pirenaica. Donde una voz muy peculiar de mujer repetía constantemente. Aquí, Radio Andorra.
Rafaela.
Cada vez que escribes un recuerdo lo vivo como si fuera mío y eso no es fácil de transmitir....bonitas palabras y bonito escrito.
ResponderEliminarUna historia de vida, y un acordeón, un instrumento muy poco conocido pero al que todos nos trae recuerdos de gratos momentos. Un abrazo grande
ResponderEliminarBonitos recuerdos, el acordeón era indispensable en las fiestas de aquellos años. La radio era un articulo de lujo.
ResponderEliminarUn abrazo.
La música siempre tan evocadora.
ResponderEliminarFue un recuerdo muy nítido, por tu manera de contarlo, que me sentí enmedio de la escena, escuchando esas notas.
ResponderEliminarBesos, Rafaela. Te deseo un año muy hermoso!
Bonitos y entrañables recuerdos.Besicos
ResponderEliminarLos recuerdos son grandes maestros, también una delicia al rememorarlos, los disfrutamos de nuevo al evocarlos, cuando son buenos.
ResponderEliminarBesos.
Aquella forma de ayuda familiar hacía a la vez a la pequeña feliz.
ResponderEliminarUn buen principio de año.
La acordeón, la música, los recuerdos y tú los unes y nos los cuentas para nuestro disfrute. Un abrazo.
ResponderEliminarAl verlo me ha venido a la mente la canción de los pajaritos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Nos lo cuantas muy bonito Rafaela, me ha venido a la mente algún músico callejero que tocaba el acordeón deliciosamente. Mi padre también escuchaba la Pirenaica y yo me quedaba hasta tarde con él, aunque en aquel tiempo aún no entendía el motivo de escucharla tan bajito.
ResponderEliminarBesos.