Vuelvo a
mis inicios de este mundo de blogger. Fue cuando empezaba cuando publiqué esta
entrada, y fue así de esta manera como sin darme cuenta me fui dando a conocer,
casi siempre hablando de los años de mi niñez.
Repetiré
algunos de mis primeros relatos que tengo en el primer blog que hice.
MINAS DE SAN SERAFIN
San Serafin, solo queda la enramada. |
Mis padres de padrinos en la boda del tio Andres |
Otro trocito de mis recuerdos esta en minas de San Serafín donde vivíamos,
pues aunque en aquellos años los pastores casi todos vivian en chozos,
mi padre fue un pastor privilegiado en ese sentido, aunque su trabajo
era duro y sin descanso, a mis padres siempre se les veía felices. Mi
padre llego a cuidar de 400 ovejas merinas y algunas cabras, Tenia tres
perros de la raza Mastín Español, tuvo un zagal o dos, que le ayudaban
en las tareas del rebaño, recuerdo uno de ellos, que luego la amistad
que unió a las dos familias, fue muy fuerte y para siempre.
Os cuento una anécdota de este chico que no podía dejar de contar, ya que siempre que estaban juntos Miguel y mi padre la recordaban para reír un rato. Creo que el primer día que el chaval llegaba a trabajar, tendría doce o trece años, llego tan limpio y bien peinado (que mi padre que era muy guasón le dijo) ¡bueno, bueno, muy peinadito bienes tu para ser pastor! creo que el chico empezó a pasarse la mano por la cabeza hasta despeinarse pensando que así le podía gustar mas para su trabajo.
Me gustaba ir a esperar a mi padre a la puerta de la enramada para ver pasar las ovejas de una en una, cuando una vez le pregunte como podía contarlas a todas, me explico su pequeño truco. Llevaba en la mano una piedra o chinato por cada 25 ovejas hasta el total de las que tenia, y cada 25 que pasaban tiraba una piedrecita al suelo, cuando terminaban de pasar todas, no tenia que tener ninguna piedra en la mano. Así nunca se equivocaba.
Teníamos casa como todos los trabajadores de la empresa, estas eran grandes, con luz eléctrica y mucha leña la cual era fácil de encontrar por la zona, toda la que cada uno lograba acarrear para los días invierno y como no, también para verano era la única manera de poder guisar, por algo todas las casas tenían además del comedor con chimenea, una cocina pequeña fuera, para el verano.
Las viviendas en San Serafín no serian mas de seis u ocho, estaban construidas de dos en dos en la ladera del cerro, también estaba la enramada y los pozos de la antigua mina, con una torre alta donde estaba el nido de la pareja de cigüeñas que volvían cada año con su majestuoso vuelo y su peculiar forma de castañetear los picos para comunicarse, con su llegada anunciaban la primavera y allí permanecían junto con sus crías hasta el otoño que se marchaban para tierras mas calidas a pasar el invierno.
Se vivía bien, aunque trabajaban mucho. Mi madre se ocupaba de los animales que tenían la suerte de poder tener, estos eran, una yegua que crió una potrilla, gallinas, pavos que después vendían, cerdos para la matanza de cada año y un huerto siempre bien cuidado con verduras, hortalizas y frutas en verano, también en invierno las coles o repollos y coliflores. Pensando en todos los recursos de que disponían, además de la leche de las cabras, mas algo de caza como conejos o perdices. (Podemos darnos cuenta que no tenían problemas para alimentarnos)
Lo que siempre eche en falta fueron juguetes y cuentos o libros, de eso no pude disfrutar mucho, solo la Enciclopedia Álvarez de la época, que me la aprendí de memoria de lo que me gustaba leer. (Pero hoy comprendo que todo lo que costaba dinero era lo que no podían darnos). Cuando alguna vez iban al pueblo a comprar, nos traían naranjas, chocolate, algo de ropa y tela para algún vestido que también nos hacia mi madre.
Hubo muchas cosas que yo desconocía hasta que fui algo mayor. Una vez una vecina me mando a casa de otra a por el molinillo de café. Pues se conoce que allí solo había este, porque recuerdo estar siempre con el molinillo de casa en casa, lo único que había visto moler en mi casa era malta de cebada y para mi ese era el café que conocía, como siempre he sido muy curiosa abro la tapa y que veo, ¡dos cagarrutas de oveja! Me vuelvo a contárselo a la vecina, a decirle el descuido y que las iba a tirar. Esta se enfado mucho y me dijo que dejara eso allí. Fue cuando supe como era el café.
¿Supongo que habréis adivinado porque habia dejado los granos de café en el molinillo?
Os cuento una anécdota de este chico que no podía dejar de contar, ya que siempre que estaban juntos Miguel y mi padre la recordaban para reír un rato. Creo que el primer día que el chaval llegaba a trabajar, tendría doce o trece años, llego tan limpio y bien peinado (que mi padre que era muy guasón le dijo) ¡bueno, bueno, muy peinadito bienes tu para ser pastor! creo que el chico empezó a pasarse la mano por la cabeza hasta despeinarse pensando que así le podía gustar mas para su trabajo.
Me gustaba ir a esperar a mi padre a la puerta de la enramada para ver pasar las ovejas de una en una, cuando una vez le pregunte como podía contarlas a todas, me explico su pequeño truco. Llevaba en la mano una piedra o chinato por cada 25 ovejas hasta el total de las que tenia, y cada 25 que pasaban tiraba una piedrecita al suelo, cuando terminaban de pasar todas, no tenia que tener ninguna piedra en la mano. Así nunca se equivocaba.
Teníamos casa como todos los trabajadores de la empresa, estas eran grandes, con luz eléctrica y mucha leña la cual era fácil de encontrar por la zona, toda la que cada uno lograba acarrear para los días invierno y como no, también para verano era la única manera de poder guisar, por algo todas las casas tenían además del comedor con chimenea, una cocina pequeña fuera, para el verano.
Las viviendas en San Serafín no serian mas de seis u ocho, estaban construidas de dos en dos en la ladera del cerro, también estaba la enramada y los pozos de la antigua mina, con una torre alta donde estaba el nido de la pareja de cigüeñas que volvían cada año con su majestuoso vuelo y su peculiar forma de castañetear los picos para comunicarse, con su llegada anunciaban la primavera y allí permanecían junto con sus crías hasta el otoño que se marchaban para tierras mas calidas a pasar el invierno.
Se vivía bien, aunque trabajaban mucho. Mi madre se ocupaba de los animales que tenían la suerte de poder tener, estos eran, una yegua que crió una potrilla, gallinas, pavos que después vendían, cerdos para la matanza de cada año y un huerto siempre bien cuidado con verduras, hortalizas y frutas en verano, también en invierno las coles o repollos y coliflores. Pensando en todos los recursos de que disponían, además de la leche de las cabras, mas algo de caza como conejos o perdices. (Podemos darnos cuenta que no tenían problemas para alimentarnos)
Lo que siempre eche en falta fueron juguetes y cuentos o libros, de eso no pude disfrutar mucho, solo la Enciclopedia Álvarez de la época, que me la aprendí de memoria de lo que me gustaba leer. (Pero hoy comprendo que todo lo que costaba dinero era lo que no podían darnos). Cuando alguna vez iban al pueblo a comprar, nos traían naranjas, chocolate, algo de ropa y tela para algún vestido que también nos hacia mi madre.
Hubo muchas cosas que yo desconocía hasta que fui algo mayor. Una vez una vecina me mando a casa de otra a por el molinillo de café. Pues se conoce que allí solo había este, porque recuerdo estar siempre con el molinillo de casa en casa, lo único que había visto moler en mi casa era malta de cebada y para mi ese era el café que conocía, como siempre he sido muy curiosa abro la tapa y que veo, ¡dos cagarrutas de oveja! Me vuelvo a contárselo a la vecina, a decirle el descuido y que las iba a tirar. Esta se enfado mucho y me dijo que dejara eso allí. Fue cuando supe como era el café.
¿Supongo que habréis adivinado porque habia dejado los granos de café en el molinillo?
Entrañable historia.
ResponderEliminarSupongo que si lo he adivinado, jaja
Besos
Así fue Veronica, queria presumir de que hutilizaba Cafe.
EliminarGracias por tu comentario.
Besos.
Como siempre, solo te puedo decir: que placer leerte.
ResponderEliminarSeñora rafaela que bonitas palabras y gracias pir compartir tus recuerdos con nosotros un fuerte abrazo una persona que te quiere desde que nació
ResponderEliminarMe gustan mucho estos relatos de la niñez. Tus historias se parecen a las que contaban se contaban en mi casa. Y ese aire de nostalgia feliz resulta reconfortante.
ResponderEliminarBesos
Rafaela, qué bien que nos has contado los recuerdos de tu niñez, preciosos amiga...Recuerdos unidos a la naturaleza, que llenan el alma de inmensidad y de dicha, así son...Puedo decirte, que mi padre era labrador y también íbamos al campo a vendimiar, he disfrutado mucho del campo, como tú...Además nos contaba cuentos de pastores, ovejas y lobos, asi que el gran rebaño de tu padre me ha recordado los cuentos de mi padre...
ResponderEliminarMi gratitud y mi abrazo inmenso por tu buen hacer.
M.Jesús
Muy entrañable,querida amiga.
ResponderEliminarMariapdm2008.
Siempre es bonito recordar cuando los recuerdos son de días felices, y los de tu niñez se ve que lo fueron.
ResponderEliminarUn beso Rafaela.
Bonitos recuerdos para ti; no cabe duda.
ResponderEliminarBesos.
Magníficos recuerdos y cómo se disfruta cponbtándolos, me ha llamado mucho la atención la forma tan segura de contar ovejas de tu padre.Besicos
ResponderEliminarLos recuerdos familiares de nuestra niñez y juventud son unos de nuestros mayores tesoros; y nunca se olvidan.
ResponderEliminarUn abrazo.
Que historia mas cálida, como nos gusta volver a nuestro ayer, cuando vivíamos rodeados de personas que nos querían y nos cuidaban, que buenos tiempos ya pasado, y menos mal que conservas buena memoria, gracias a ella has podido escribir algo tan bonito. Te mando un abrazo amiga.
ResponderEliminarQue historia mas cálida, como nos gusta volver a nuestro ayer, cuando vivíamos rodeados de personas que nos querían y nos cuidaban, que buenos tiempos ya pasado, y menos mal que conservas buena memoria, gracias a ella has podido escribir algo tan bonito. Te mando un abrazo amiga.
ResponderEliminarRelatos entrañables de buenos recuerdos que nunca se olvidan.
ResponderEliminarQuería que supieráis que ellos tenían café.
Un beso.
He pasado unos momentos muy gratos leyendo tu entrañable entrada plena de bellos recuerdos.
ResponderEliminarEn algo se parece tu niñez a la mía, mi madre fue maestra rural y vivíamos en el campo.
Un abrazo.
Acabo de descubrir tu blog y me ha encantado lo que he leído. Voy a hacerme seguidora tuya para no perderte de vista.
ResponderEliminarSaludos
No sólo disfrutas tú recordando, también yo recordando a mi vez. Gracias. Besicos.
ResponderEliminarMi querida amiga, que hermosa entrada llenos de recuerdos, todos preciosos, se nota que pasaste una infancia feliz, y aunque no disfrutaras de muchos juguetes disfrutaste de una gran familia, y de mucho cariño, que hoy dia falta cariño y sobran juguetes . Mil besicos cielo y gracias por contarnos cosas tan agradables
ResponderEliminarMe recuerda mi niñez, aunque han pasado tantos años, la he recordado con una sonrisa, por que aunque era hijo de ferroviario, vivia codeandome con este tipo de vida,
ResponderEliminarMuy bien relatado, pero la imagen del molinillo, de casa en casa, la he vivido, jajajaja.
Todo era muy humano.
Un abrazo
Me ha encantado Rafaela, porque además de que son unos recuerdos preciosos, están escritos con mucho cariño. Un fuerte abrazo y buen fin de semana. @Pepe_Lasala
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