Que habrá sido de aquel
misterioso y viejo nogal. Tan grande como frondoso, tupido de ramosas y
verdes hojas, donde buscaban refugio las
pequeñas avecillas ocultándose del aguilucho. Bajo su inmensa sombra sesteaba
el hortelano después de la dura faena, resguardándose en las horas más
calurosas del día. Algunas de sus robustas raíces se bañaban en el pequeño
arroyo que pasaba junto a él. El agua corría clara y cantarina bajo el pequeño
puentecillo hecho de un enorme tronco de árbol viejo, por donde cruzaban los
niños el arroyo para llegar a la escuela. El nogal se cubría del fruto verde, y era llegado septiembre, cuando
los chiquillos emprendían la batalla de piedras para conseguir las nueces que
se resistían a caer al suelo.
No resultaba nada fácil, ya solo quedaban unas
cuantas en lo más alto del árbol, pero uno de los chavales, era tozudo y no desistía
de hacerlas caer aunque le costaba esfuerzo, recargaba una y otra vez su
famoso tirachinas, hecho con un palo en forma de Y u horquilla y unas tiras de goma
de recamara de bicicleta. Solo era cuestión de paciencia, mucha paciencia hasta
conseguir que cayeran las nueces. Después había que partir las dos o tres que caían
y repartir entre los niños que esperaban ilusionados como si fuera maná del
cielo, y aquel muchachote, quedaba como un gran triunfador ante los demás al haberlo
conseguido.
Rafaela
Me has hecho recordar cuando iba yo en busca de higo por los caminos, la felicidad de cada niño cogiendo lo bueno que nos ofrecían los arboles en nuestros caminos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Yo tengo un tirachinas pero creo que ya no me acuerdo como se usa ¡Cuantos años! Un abrazo con alegria
ResponderEliminarMe lo imagino con el tirachinas ... acertar sería toda una proeza !!
ResponderEliminar¡Y lo ricas que están las nueces de nuestras tierras! Un beso, Rafaela.
ResponderEliminarTambién en mi infancia hubo un nogal. Daba con sus ramas sobre la tapia de la alberca y dejaba caer algunos de sus frutos al agua. Me encantaba coger alguna de aquellas "pelotas verdes", abrirlas y descubrir el fruto aún fresco y blanco que guardaban en su interior.
ResponderEliminarUn beso Rafaela.
Rafaela, que bien has recreado ese paisaje y la magia del instante, donde los niños cruzando el puente, apuntaban a las nueces del nogal...Lo hiciste con un encanto especial y un cariño entrañable, te convertiste en niña de nuevo y nos llegaste al corazón, amiga.
ResponderEliminarMi felicitación y mi abrazo inmenso por tu buen hacer, Rafaela.
M.Jesús
Se me paso este post. Yo también recuerdo de mi niñez un inmenso nogal y a mi padre cogiendo las nueces.. Bss
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